Recientemente se informó en la prensa local sobre un estudio llevado a cabo por la Universidad Politécnica de Valencia en relación con los ratios de parques y jardines por habitante en la ciudad de Valencia.
Leemos allí que en Benimaclet no llegamos ni a la media de la ciudad, que es de 4,78 metros cuadrados por habitante, media que no alcanza los cinco metros cuadrados por habitante de la antigua ley del suelo, de 1975, y mucho menos los ocho que recomienda la Organización Mundial de la Salud, ni los actuales diez metros que fija la nueva Ley de Ordenación del Territorio. Con lo cual cada nueva licencia de edificación en nuestro barrio concedida por el Ayuntamiento de Valencia a los constructores no hace más que alejarnos de los parámetros legales y sanitarios.
Según cuenta el artículo, en el estudio se recuerda “la necesidad de que los jardines más sencillos, inferiores a 10.000 metros cuadrados, no estén a una distancia mayor de 300 metros de cualquier vivienda”. Es decir, no necesitamos grandes parques a los que acceder en vehículo, sino jardines urbanos en los cuales nos podamos oxigenar, encontrarnos con los vecinos, y que sirvan de pulmón de oxígeno frente a la contaminación producida por la circulación de vehículos y que absorban igualmente el ruido que ésta genera.
Y desearíamos recordar al ayuntamiento que no son jardines los solares "abandonados" y sin edificar en los que al cabo de los años medran libremente malas hierbas que dan cobijo a roedores y demás fauna indeseable, atrayendo además a los mosquitos en verano y que desde que el PAI llegó a nuestro barrio tenemos cada vez más rodeando el barrio o colándose por sus extremos. No son jardines, y por tanto no dan servicio a la ciudadanía, más bien lo contrario, son focos de infección y enfermedad. Antes de autorizar nuevas edificaciones el Ayuntamiento debería velar porque se acabaran todas las infraestructuras que tenemos en el barrio pendientes de ejecutar, y que se construyeran los jardines públicos (no privados) que recomiendan la ley y la OMS.
